El 25 de enero de 1999, por siempre será una fecha qué marcó la vida de miles de cuyabros que vivieron el miedo y la zozobra de un evento sísmico inesperado, un terremoto de 6.1 de magnitud y profundidad de 21 kilómetros, que dejó más de 1.000 muertos, entre estos, la familia de don Jahir, su esposa y sus dos hijos de 10 y 11 años.
De manera pausada y tranquila, cada día llega don Jair a la Octava Brigada, un adulto mayor de 79 años de edad, junto a su fiel y silenciosa caja de lustrar zapatos, delgado y de mirada profunda, reflejo de las historias que han marcado su existencia durante casi 80 décadas.
Oriundo de Candelaria, Valle y criado en La Morelia, de este mismo departamento junto a su madre y su padre, recuerda que su infancia transcurrió en medio de montes, ríos y cañadas, hasta que la violencia bipartidista de aquella época, obligó a su familia a desplazarse hacia Buga y luego hacia el departamento del Quindío.
Estudió hasta segundo de primaria, aprendió a leer, a escribir y a sumar, desde los 13 años, aprendió este oficio y desde entonces su caja, betún, cepillo y bayetilla, son sus compañeros inseparables y herramientas que le proporcionan el sustento diario.
Fue hijo único y al fallecer su madre, perdió contacto con su padre y solo, se dedicó a trabajar en su oficio y muchos años después, conoció a Teresa, quien sería su compañera de vida y madre de sus dos hijos; ellos se convirtieron en su impulso para continuar ejerciendo la labor que él define como: embellecedor de calzado.
Pero el 25 de enero de 1999, a la 1:19, cambió su vida para siempre: “me encontraba trabajando al frente de la galería, cuando sentí el zumbido de la tierra, no había ido a almorzar a la casa, porque llegaron varias personas a esa hora. Cuando pasó el sismo, me fui caminando, pero no vi el edificio donde vivía, me devolví, a ver si me había pasado y vi los escombros del lugar, en ese momento, me derrumbé”.
El terremoto de magnitud 6.1 y profundidad de 21 km, le había arrebatado a sus seres queridos, a Teresa, que con cariño la recuerda y cuando habla de ella, menciona que apenas tenía 40 calendarios y sus hijos, Jorge y Ana, de 10 y 11 años.
Una vez más, estaba solo, con su caja de embolar y a pesar de estar “desmetalizado”, como don Jair lo señala, continuó su camino y siguió adelante con el peso de los recuerdos, con un dolor tan profundo, que considera menos doloroso tres disparos en su cabeza. La soledad dejó la ausencia de aquellas personas, que 25 años después ama con todo su corazón y así será, hasta el último día de su vida, confiando en la voluntad divina, de hallarlos después de la muerte.
Tres años después, de este lamentable hecho, de nuevo lustrando zapatos, el destino o la casualidad, puso frente a este solitario hombre, otro camino, cuando una persona vestida de soldado, se le acercó y le preguntó si podía ir hasta la Octava Brigada a trabajar en su oficio.
Don Jair lo pensó, se vio tentado a decir que no, pero lo recibieron con tanto cariño, que decidió quedarse y ya hace 21 años, que día a día llega a ocupar un gran lugar en cada uno de los corazones de los soldados y civiles que llegan a la Unidad; ha visto pasar a muchos comandantes y personas en todo este tiempo y dice que todos son una moneda de oro para él y que esta, es su familia y hoy, con un nudo en la garganta y lágrimas en sus ojos, expresa: «gracias por acoger a este viejo, los quiero mucho y de verdad lo único que tengo es a Dios y a la Octava Brigada.»
Este hombre de una resiliencia envidiable, que sabe que Dios le dio para superar la adversidad, recibió una inesperada sorpresa el día 22 de enero por su cumpleaños, cuando la sección de Acción Integral, creo una alianza con Jr Foundation, organización que lo llevó de compras y don Jair, tuvo la oportunidad de estrenar de pies a cabeza y con nueva pinta, más de 30 personas que considera su familia, lo recibieron, con pastel y entonando a una sola voz: “cumpleaños feliz, te deseamos a ti don Jair, que los sigas cumpliendo hasta el año sin fin.”
Sin ocultar su emoción, de sus ojos salieron lágrimas, pero esta vez, de alegría, porque una vez más, su familia adoptiva le demostró el aprecio y la felicidad de que sea su embellecedor de calzado.
Fuente: Ejército Nacional / Octava Brigada Armenia
FUENTE QUINDIONOTICIAS.COM